Itinerario PolíticoRicardo Alemán
22 de octubre de 2006
- Como en los tiempos de Salinas, en la izquierda ni se ven ni se oyen
- Ni 2 de julio ni Tabasco; la crisis está en la impostura democrática
Casi todos saben que su partido vive la más severa crisis de sus mocedades. Entienden que estuvieron muy cerca del poder presidencial -y que se les escapó por errores infantiles-, pero que aún así alcanzaron el mayor caudal de votos de su historia, lo que los coloca como la segunda fuerza electoral. Aceptan que el sistema político ya no podrá vivir sin la participación de la izquierda mexicana. Pero casi todos en el Partido de la Revolución Democrática se niegan a la autocrítica, al análisis serio de lo ocurrido y, sobre todo, se ocultan para no hablar de cara a los electores. En el PRD se práctica la máxima salinista: ni se ven ni se escuchan.
Eso sí, en corto despotrican contra el caudillo -al que justifican en sus referencias mediáticas-, contra el secuestro del PRD por parte de los grupos salinistas, contra la grosera e ineficaz intervención de las redes ciudadanas, que desplazaron al partido; contra la pérdida de su identidad de izquierda y contra el extravío de su ideario democrático e institucional de origen. Estuvieron tan cerca del poder, se empalagaron a tal grado de las mieles del poder, estaban tan seguros de que la suya era la oferta ganadora que no aceptaba siquiera la insinuación de la derrota. Bueno, ni el golpazo de la derrota los ha vuelto a la realidad.
Una buena parte de los políticos, dirigentes, legisladores, y tropa del PRD -ya no se diga a los electores que a ciegas y sordas confiaron en el caudillo, con el corazón más que con la razón-, prefieren el duelo íntimo, la rabia silenciosa, el complot dudoso, antes que el reconocimiento de los errores, de los fallos monumentales, del realismo de una campaña en donde el PRD se vació de su doctrina, de sus principios, de sus banderas y que nunca llevó a la práctica el postulado de su origen; la democracia de partido. Peor aún, destruyó sus anticuerpos naturales -las ideas y la crítica-, para privilegiar el grosero pragmatismo de la oportunidad. Eran tiempos del poder por el poder. "Hágase lo que se tenga que hacer para llegar al poder", pareció la consigna general. Aunque al final los que pudieran haber llegado al poder no fueran más que "el zurrón" de una izquierda empeñada en la restauración de su espejo genético; lo más podrido del viejo PRI.
Los avisos
Pero nadie en el PRD se puede llamar a sorprendido. El primero en prender las luces de alarma, los focos rojos, fue Samuel del Villar -el desaparecido artífice de la renovación moral y ex procurador de justicia-, que mostró ante los ojos de todos los que quisieran verlo el verdadero rostro de lo que se había construido en nombre de la izquierda y bajo las siglas del PRD. Un partido corrompido por los centros reales de poder del PRI y del PAN -los gobiernos estatales de esos partidos-, y empeñado más en la reproducción del viejo sistema que decía combatir, que en la democratización de la vida nacional, de su propia vida, que había sido la razón de ser del PRD. Nadie le hizo caso a Samuel del Villar, porque la divisa era el poder, a costa de lo que fuera, incluso de la historia y la vida del propio partido de la izquierda institucional.
Luego vino Cuauhtémoc Cárdenas, el "líder moral" del PRD, que para 2003 ya había sido traicionado y hasta jubilado. Mucho tiempo antes de la famosa carta a Elena Poniatovska, en un ensayo para el libro Los caminos de la izquierda -que coordinó Julio Moguel en ese 2003 y que se publicó en los primeros meses de 2004-, en donde Cárdenas pronosticó lo que vendría meses después. El ensayo se tituló: "Los Caminos de la Izquierda", y en ese texto el aún "líder moral" advierte: "En lo tiempos políticos recientes ha sido frecuente escuchar que desde cierta izquierda se declare -y en la práctica se busque-, que hay que ganar o hay que correrse al centro. Me parece un error y un error grave, que, entre otras cosas, ha desdibujado a la izquierda ante la opinión pública y la ha llevado a fuertes tropiezos políticos".
"Se pierde de vista que el centro es parálisis; ni para atrás ni para adelante, ni para la izquierda ni para la derecha, ni para arriba ni para abajo... si algo ha caracterizado a la izquierda a lo largo de la historia ha sido la inteligencia y la audacia para moverse hacia delante, para que, aprovechando las circunstancias, con los pies en la tierra y sin desconocer realidades, puedan impulsarse sus proyectos políticos... ser de izquierda y mantenerse en la izquierda es mantener apego a los principios y en ninguna circunstancia pasar sobre ellos. La oportunidad y el pragmatismo que reclama la acción no pueden sustituirse por el oportunismo y la claudicación".
A partir de esos postulados, desde 2003 no pocos perredistas veían a Cárdenas como un riesgo potencial para el "caudillo" que en su proyecto de poder se movía precisamente al centro político y contra la historia que le dio origen al PRD, lo que lo alejaba de sus principios y lo colocaba -ya entonces como el más popular gobernante del PRD-, como un oportunista. Al oponerse a esa desviación programática, táctica e ideológica del PRD, Cárdenas era acusado -en la opinión de los constructores de la candidatura presidencial de AMLO-, como el mayor enemigo del triunfo electoral del PRD y hasta de la nueva cultura ganadora de ese partido.
Acuerdo fatal
Pero no era el único que veía la desviación del prd, los riesgos de su apuesta de poder, y que auguraba el fracaso. En el mismo libro -además de las muchas colaboraciones periodísticas de otros estudiosos de la izquierda como Marco Rascón, quien en el último quinquenio se convirtió en la conciencia crítica del partido que también fundó-, aparece un ensayo estremecedor de Paco Ignacio Taibo II, titulado: "El pacto con el diablo". El escritor e historiador resume en pocas líneas, en 2003, lo que a finales de 2006 aún pocos, o acaso nadie quiere ver en el PRD. Y ya no se diga quieren reconocer y menos discutir.
"Nuestra generación, la generación del 68, hizo un pacto con el diablo. No fue un mal pacto. A cambio de sacar al PRI de Los Pinos, abandonamos, guardamos en el clóset a Ho Chi Minh, la revolución socialista, Flores Magón, Durruti y los Consejos Obreros, el programa de transición y la plusvalía. No era un mal pacto en términos de una nación agotada por 40 años de agresiones desde el poder contra los ciudadanos; saqueos, doble moral, represiones y abusos, matanzas de campesinos y ´errores económicos´ que destruían en una semana a la tercera parte de la clase media, que fabricaba millonarios y pobres a la misma velocidad. No era mal negocio para librarnos de un PRI que dejaba en el camino de sus millonarios a las viudas, los pobres y los despedidos.
"Sin embargo, nunca leímos la letra pequeña del contrato. No teníamos mucha experiencia en esto de pactar con el diablo y no se nos ocurrió ver que abajito del documento, en la letra minúscula escondida, decía: ´En el proceso de sacar a los ladrones de Palacio, muchos de ustedes se volverán como ellos´. A 15 años de la insurgencia cadernista de 1988, que hizo tambalear al supuestamente eterno Reich mexicano, su heredero, el Partido de la Revolución Democrática, se encuentra en un momento triste, con enfermedades múltiples y pinchérrimas, en una profunda crisis de credibilidad, habiendo perdido a su periferia, con el aparato burocratizado, marginado de la izquierda radical, sin relevo generacional, desarbolado ideológicamente, y sólo alimentado por la pendejez, corrupción, ineptitud y virulencia antisocial de sus enemigos panistas y priístas".
Taibo II dibuja desde entonces, y con una claridad demoledora, la terca y triste realidad que muy pocos han percibido tres años después, en la noche triste del 2 de julio de 2006, y que muchos otros se niegan a ver. Pero tampoco es todo. En Los caminos de la izquierda también se puede leer un largo pero rico ensayo de Víctor M. Toledo, quien llega a la siguiente conclusión respecto a la izquierda mexicana: "Lo que sigue estando ausente es, entonces, una plataforma teórica de la izquierda que permita la creación de un nuevo discurso político y de una nueva oferta a la altura de la complejidad contemporánea. Ello no sólo es necesario, sino urgente porque, paradójicamente, en muchos países la ciudadanía está ofreciendo a los partidos ubicados en la ´izquierda´ la oportunidad de demostrar la viabilidad de sus propuestas. Sin embargo, la reinvención de la izquierda para la reinvención de lo político, un asunto que se antoja desmesurado y descomunal, pero también obligatorio".
El huevo y la serpiente
Del no tan lejano 2003 al reciente 2 de julio de 2006, no fueron pocos los que mudaron su pensamiento crítico hacia el PRD y la izquierda institucional mexicana, sobre todo ante la eventualidad de que se hiciera realidad el sueño anhelado; ante la posibilidad real de que el "caudillo" se convirtiera finalmente en presidente de los mexicanos. Pero al final de cuentas la terca realidad terminó por imponerse. Esta claro que la crisis ideológica y de identidad del PRD fue más evidente porque López Obrador resultó el candidato presidencial derrotado, pero tarde o temprano habría salido a flote, incluso, si hubiese resultado ganancioso.
Y es que en el fondo, el camino seguido por López Obrador para alcanzar la candidatura del PRD y luego para buscar la Presidencia, no fue más que el camino del abandono y la traición de los postulados de la izquierda, las banderas que le dieron origen a PRD y los afanes por impulsar la cultura democrática. El PRD, como todos saben, nació como producto de una rebelión social contra el gran fraude electoral de 1988. Por eso se propuso la democratización de la vida nacional; la construcción de instituciones democráticas que garantizaran precisamente la voluntad popular. Pero ese esfuerzo, que se concretó con las reformas electorales posteriores a 1988 pero sobre todo las de 1996, se concentró en una formidable fuerza centrífuga, hacia fuera del PRD, pero nadie fue capaz de privilegiar la fuerza centrípeta; la implantación de una cultura democrática hacia dentro.
La democracia que pregonó a los cuatro vientos el izquierdista Partido de la Revolución Democrática -proclama que vendía bien ante la nula práctica democrática del PRI-, en realidad nunca se transformó en una cultura democrática hacia dentro de ese partido, en donde las disputas intramuros se resolvían bajo los criterios, las tácticas y las estrategias del viejo PRI; del clientelismo, la antidemocracia, el planchazo, la traición, el caudillismo, el necesariato y el abandono de las causas populares. El amasijo resultante de la cultura antidemocrática y de rechazo a las prácticas electorales de la vieja izquierda mexicana y la incultura democrática y la corrupción del viejo PRI, dieron como resultado que el "voto por voto y casilla por casilla" que luego del 2 de julio de 2006 se convirtió en un efectivo lema para reclamar supuestos triunfos y para denunciar presuntos fraudes, no resistiría ser aplicado en las elecciones internas del PRD, en donde los fraudes, el dinero sucio, el corporativismo, la venta de candidaturas, la antidemocracia en general fueron la constante.
La crisis política, ideológica y de identidad que vive hoy el PRD, la llamada izquierda institucional y en general la izquierda mexicana, no tiene su origen en el tropiezo electoral de Tabasco, y tampoco en la derrota electoral del 2 de julio. Esas dolorosas experiencias político-electorales de esa izquierda que se escuda en el PRD -verdaderos traumas sociales, más que partidistas-, tienen su origen en la desviación ideológica y de identidad que en la década reciente ha padecido el PRD. Una década en la que se llevó al PRD a los adversarios históricos del partido, se estimuló el ingreso no sólo de lo peor de PRI, sino de las prácticas más cuestionables de ese partido, el dinero sucio -con Carlos Ahumada-, y la práctica antidemocrática. El PRD se convirtió en la moderna versión del PRI, sin el verde blanco y rojo, pero con el negro y amarillo que era lo más cercano a la purificación democrática.
El huevo que anidó la serpiente que terminó por tragarse al más importante esfuerzo unificador de la izquierda no está en los complots, ni en cercos informativos; tampoco en los esfuerzos perversos de la derecha por impedir que la izquierda se convierta en gobierno. El huevo y la serpiente anidaron dentro del PRD, cuyos dirigentes se olvidaron de la democracia, la doctrina, los principios, las causas populares, las alianzas con los sectores marginados; obreros, estudiantes, desposeídos, y prefirieron aliarse, igual que el PRI y el PAN, con los poderes económicos, fácticos, corporativismo, dinero público y la corrupción. Todo por el poder. El fin, dicen, justifica los medios.
¿Progresistas?
Y el mejor ejemplo del camino incierto, equivocado, es la creación, luego del 2 de julio, del mal llamado Frente Amplio Progresista -que unifica al PRD, PT y Convergencia-, otra simulación que no busca la cultura democrática hacia dentro, sino el uso de recursos públicos, de viejas prácticas del PRI, para la lucha política y de acceso al poder. El problema es que con esa farsa se llevan entre los cascos de los rumiantes a no pocos luchadores y luchadoras sociales que cual mercancías, cambian de partido, para que otros logren las jugosas bolsas de dinero público. Al tiempo.
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